Portugal: un giro a la derecha en un contexto de gran inestabilidad

18/03/2024
Andrea Peniche
The leader of the Democratic Alliance (AD) coalition Luis Montenegro holding his victory speech during the election night on 10 march 2024, Lisbon.

Cuando todavía se están contando los votos (faltan por elegir los cuatro diputados de las circunscripciones de Europa y del resto del mundo) y tras una noche de emociones cambiantes, la principal coalición de derechas, la Alianza Democrática (AD) - formada por el principal partido de derechas, el PSD, y un socio menor, el CDS, que recupera así representación parlamentaria- superó al Partido Socialista (PS), hasta entonces en el gobierno, por un pequeño margen de 51.000 votos y sólo dos escaños parlamentarios. El centro, el PS, perdió medio millón de votos (del 41,4% al 28,7%) tras ocho años en el gobierno y admitió su derrota. Incluso si los cuatro diputados que quedan por elegir fueran todos para el PS, sería una victoria insuficiente dado el giro del país hacia la derecha. La derecha tradicional y conservadora, los liberales y la extrema derecha suman 135 de los 230 escaños parlamentarios.

La extrema derecha se catapultó de 12 a 46 escaños parlamentarios (del 7,2% al 18%), lo que la convierte en la gran vencedora de estas elecciones. En la izquierda, los resultados son contradictorios: la CDU (coalición que incluye al PCP) perdió dos de sus seis diputados (del 4,3% al 3,3%), el Bloco de Esquerda aumentó ligeramente sus votos (del 4,4% al 4,5%), reeligiendo a sus cinco diputados, y Livre, partido de centro-izquierda, aumentó su representación de 1 a 4 diputados (del 1,3% al 3,3%). En conjunto, el centro y la izquierda obtuvieron el 40% de los votos, uno de los peores resultados en muchos años, mientras que la derecha y la extrema derecha obtuvieron el 60% de los votos, con un fuerte aumento de esta última. Estos resultados auguran un gobierno inestable y una extrema derecha henchida y ruidosa. Son muchos los retos para la izquierda, como veremos a continuación.

La derrota del PS y la crisis social

Para explicar la derrota del PS hay que resumir una larga historia. El Partido Socialista ha estado en el poder durante nueve años, desde 2015. En ese momento, Portugal salía de un devastador plan de austeridad impuesto por la Troika, formada por el BCE, el FMI y la Comisión Europea, desde la crisis de la deuda de 2011. Se recortaron salarios y pensiones, aumentó el paro, se recortó la protección social a los desempleados y se pusieron en peligro otros derechos sociales, como el acceso al aborto, un derecho cada vez más difícil de ejercer. A pesar de la amplia oposición social a estas medidas empobrecedoras, en 2015 la coalición de derechas obtuvo más votos y representantes que el PS, aunque acabó perdiendo el control del Parlamento al crecer la izquierda y estar en condiciones de formar una nueva mayoría parlamentaria. Como resultado, el PS se vio obligado a aceptar un plan de medidas antiausteridad impuesto por la izquierda (Bloco de Esquerda y PCP) como condición para formar un gobierno en minoría con el apoyo parlamentario de la izquierda. Durante los cuatro años siguientes (2015-2019), esta mayoría bautizada como “geringonça” [artilugio],  palabra utilizada inicialmente en sentido despectivo, pero que luego ha sido resignificada, generó mucha esperanza y medidas sociales efectivas: se aumentaron los salarios y las pensiones y, a pesar de la feroz oposición de la Comisión Europea, también el salario mínimo; se frenaron las privatizaciones; se redujeron los gastos de las familias en transporte público y educación y se apoyó el acceso a la energía de los más pobres, entre otras medidas. Pese al éxito de este "artilugio", al final de esa legislatura en 2019, el PS trató de evitar las condiciones impuestas por la izquierda y, pese a no lograr la mayoría absoluta en solitario, rechazó un nuevo compromiso tras las elecciones. Durante los dos años siguientes, el Gobierno de António Costa se concentró en preparar una crisis política para forzar nuevas elecciones, finalmente celebradas en enero de 2022, en las que el PS logró su objetivo de mayoría absoluta e impuso una derrota al Bloco de Esquerda y al PCP. En aquel momento, el PS obtuvo 120 diputados con el 41,4% de los votos y el PSD sólo el 27,7% y 72 diputados.

A pesar de esta victoria, o debido a ella, surgieron nuevas dificultades para el gobierno. Durante su breve mandato de menos de dos años, el nuevo gobierno de António Costa estuvo en el centro de sucesivos escándalos, con ministros y secretarios de Estado dimitiendo a cada paso. Finalmente, el propio Primer Ministro dimitió tras un nuevo e posiblemente irrelevante proceso judicial. Como consecuencia, se convocaron nuevas elecciones internas en el PS en las que se eligió a un nuevo secretario general, Pedro Nuno Santos, uno de los antiguos ministros y adversario interno de António Costa.

Aunque la crisis política era bastante evidente, las principales dificultades y desafíos de este período de gobierno del PS, especialmente en los dos años en los que tuvo mayoría absoluta, fueron provocados por su incapacidad para afrontar algunos de los principales problemas sociales e incluso por elegir agravarlos en algunos casos. Los principales ejemplos son los casos de la escuela pública (falta de profesores y de un plan de carrera docente), del Servicio Nacional de Salud (más de un millón y medio de personas, entre una población de diez millones, sin médico de cabecera y con una crisis en la atención hospitalaria por falta de médicos y enfermeras) y de la vivienda. La vivienda se convirtió en uno de los temas centrales del debate electoral cuando el Bloco de Esquerda acusó al gobierno del PS de favorecer sucesivas subidas de precios: Lisboa es ahora una ciudad en la que resulta más caro alquilar una casa que Madrid o París y los precios de compra son los terceros más caros del mundo, teniendo en cuenta la renta media. Es la consecuencia de una estrategia económica basada en el turismo, que implica no sólo bajos salarios y escasa cualificación de los trabajadores del sector, sino también la atracción de compradores extranjeros adinerados, apoyados por generosas y específicas ventajas fiscales, que hacen subir los precios hasta un nivel inalcanzable para la población. Debido a esta estrategia, por ejemplo, en el centro de Lisboa hay más unidades de Airbnb y similares que residentes locales. Esta disneyficación de las ciudades ha impuesto un éxodo generacional. A medida que se acumulaban estos problemas aumentaban las movilizaciones sociales, con grandes manifestaciones que exigían, esencialmente, un plan de vivienda pública, el fin de las exenciones fiscales y el control de los precios y los tipos de interés. La derrota del PS, que perdió medio millón de votos, está estrechamente vinculada a estos problemas sociales y a las protestas que generó.

Cambios en la derecha

Como ya se ha mencionado, la principal coalición de derechas, la AD, ganó por un margen muy estrecho. Aunque las elecciones han tenido una elevada participación (se ha registrado la tasa de abstención más baja desde 1995), su ventaja sobre el PS es de sólo dos diputados (con cuatro escaños aún por asignar). La AD podría llegar a una alianza parlamentaria o gubernamental con los liberales (5,1% y 8 diputados) y aún estaría lejos de alcanzar la mayoría en la Asamblea de la República. Por consiguiente, el gobierno será inestable y no está claro que pueda aprobar los Presupuestos el próximo otoño. De hecho, será un gobierno del tipo comisión electoral: preparando y preparándose para nuevas elecciones anticipadas, porque este tipo de inestabilidad sin una mayoría clara genera ciclos políticos cortos.

La principal razón de la incapacidad de la derecha para lograr un gobierno estable, tras el fracaso del anterior gobierno del PS, es el ascenso de Chega, el partido populista de extrema derecha. Montenegro, líder de la AD, fue muy claro durante la campaña al afirmar que no negociaría con Chega, lo que le deja sin margen para garantizar la aprobación del Presupuesto.

Chega está liderado por André Ventura, un exmiembro de la directiva del PSD, el principal partido de la derecha, que se hizo conocido por sus apariciones en programas populares de televisión sobre fútbol y que hace unos años, espoleado por la ola de Trump y Bolsonaro, decidió explorar el nicho de la ultraderecha. En el pasado, esta ala de la derecha estuvo representada por un partido xenófobo y conservador, el CDS, que tras entrar en un gobierno y adoptar posiciones pro Unión Europea acabó diluyéndose en la derecha tradicional sin haber desarrollado nunca una retórica tan tóxica y violenta como la de Chega, cuyas relaciones internacionales son con Salvini, Le Pen y Abascal. Cuenta con el apoyo directo de la familia Bolsonaro y se han visto representantes del Likud en sus mítines. Obtuvo una parte considerable del voto joven, fue el más elegido en el grupo de edad de 35 a 54 años y el 60,5% de sus votantes son hombres, según los datos de las encuestas.

Si existía una cultura oculta de antiguos partidarios de la dictadura portuguesa - derrotada hace 50 años por la revolución militar y popular del 25 de abril de 1974 -, todos ellos han reaparecido ahora como adeptos de Chega. Sin embargo, esto no basta para explicar el 18% obtenido y el más de un millón de votos. Éstos proceden de diferentes motivaciones: la creencia en el discurso de la lucha contra la corrupción, que es el principal tema del partido, y el resentimiento ante las dificultades sociales, en un marco de alarmismo, señalando a los pobres y a los muy pobres como los culpables de su pobreza y de la pobreza del país. ¿Habrá alcanzado Chega su techo electoral con esta votación extraordinaria? No lo sabemos, dependerá de la evolución de la derecha y de la capacidad de movilización social de la izquierda. En cualquier caso, durante la campaña electoral, la AD afirmó claramente que no pactaría con la extrema derecha y Luís Montenegro (líder de AD), que será nombrado Primer Ministro, intenta ahora chantajear a Chega pidiéndole su apoyo parlamentario sin negociar condiciones y acusando a su oponente, André Ventura, de favorecer la solución alternativa de un gobierno de izquierdas si no vota a favor de las propuestas de AD. Así, pues, ya está claro que habrá una feroz pugna entre la derecha y la extrema derecha por la hegemonía y el resultado es difícil de predecir.

Sin embargo, lo que está bastante claro es que hay sectores de la burguesía que están financiando y apoyando a la extrema derecha a cambio, se especula, de favores en futuros procesos de privatización y otras formas de protección política. Su temor a una solución de izquierdas se hizo claramente visible en la violenta campaña emprendida para difamar a Mariana Mortágua, la líder del Bloco de Esquerda, temida por su posible influencia en la definición de futuras políticas fiscales sobre fortunas y herencias. La financiación y el apoyo a la extrema derecha han sido una herramienta utilizada para proteger los intereses económicos y políticos de las élites. En las actuales elecciones, el miedo y el odio contra la izquierda han alcanzado niveles sin precedentes en Internet, en campañas de desprestigio y también como venganza por la derrota impuesta por Mariana Mortágua a André Ventura en el cara a cara televisado dos semanas antes de las elecciones.

Los retrocesos del centro y de la izquierda

Un apunte final sobre los retrocesos del centro y de la izquierda. El centro, el PS, ha pagado un alto precio por los dos últimos años de gobierno y ha dañado, de hecho, su credibilidad como alternativa. Con mayoría absoluta parlamentaria entre 2022-2024, sólo dependía de sí mismo, pero los sucesivos escándalos, junto con los problemas sociales que generó y/o agravó, le hicieron perder parte del apoyo que tenía. Aun así, el PS conservó gran parte de los votos de las personas mayores, que temen los recortes de las pensiones impuestos por un gobierno de derechas en el pasado reciente.

El Bloco de Esquerda realizó una campaña enérgica, dirigida por su nueva coordinadora, Mariana Mortágua, que acaba de sustituir a Catarina Martins al frente del partido. Con un ligero aumento en el número de votos y también en términos porcentuales (aproximadamente 34.000 votos más, pasando del 4,4% al 4,5%), el Bloco reeligió a sus cinco diputados y se confirmó como el principal partido de la izquierda. Sus principales temas electorales fueron las políticas públicas de vivienda, los tipos impositivos justos, la reconstrucción de los sistemas públicos nacionales de sanidad y educación, la igualdad de género y un plan concreto para la transición climática y energética. El 62% del voto del Bloco de Esquerda es femenino, mujeres de todas las edades, personas de entre 30 y 40 años, en su mayoría con estudios secundarios o universitarios, y trabajadores precarios. Entre los mayores de 65 años, el Bloco sólo obtuvo el 12% de los votos.

El Partido Comunista (presente en las elecciones como CDU), dirigido también por un nuevo secretario general (Paulo Raimundo, que sustituyó recientemente a Jerónimo de Sousa), perdió dos escaños en sus bastiones tradicionales, Setúbal y Alentejo (Beja), y aunque con ello se desmienten los pronósticos de desaparición sí que ha perdido votos en todo el país. Su voto es más masculino que femenino y entre las personas de mayor edad. Toda vez que el PCP está estrechamente vinculado a la principal central sindical, su campaña se ha centrado principalmente en cuestiones laborales. Al igual que el Bloco de Esquerda, el PCP anunció durante la campaña que negociaría un acuerdo con el PS para un nuevo gobierno, siempre que algunas medidas sociales esenciales formaran parte del compromiso.

Como ya se ha mencionado, un partido de centro-izquierda, Livre, miembro de los Verdes europeos, pasó de uno a cuatro diputados, el mismo número de diputados que el PCP. Como es bien sabido, los Verdes son hoy una constelación flotante de partidos con políticas favorables al mercado, aliados de los socialdemócratas y liberales en el gobierno de Alemania y de otros partidos de derechas en otros países. El propio Livre ha intentado llegar a un acuerdo con el PS, al que está próximo, pero aun así ha rechazado cualquier voluntad de compromiso con la derecha.

En un futuro inmediato, todos estos partidos formarán parte de la oposición parlamentaria y social. Las manifestaciones del 50 aniversario de la Revolución de los Claveles serán una ocasión para que converjan y representarán un llamamiento simbólico a la resistencia y a la recomposición de la izquierda, un llamamiento a luchar por el presente y el futuro del pueblo. En el marco de esta situación política inestable, enfrentada a nuevas crisis y posiblemente a nuevas elecciones, los objetivos de derrotar a la extrema derecha y movilizar a las fuerzas populares para una nueva mayoría social y política deben ser retos comunes para toda la izquierda. Si algo nos enseñan los errores del pasado es, sin duda, que la izquierda sólo cumple su papel si aspira a tener una propuesta política para todas las personas, jóvenes y mayores, personas de todos los orígenes y territorios, desempleados e inmigrantes, asalariados y trabajadores no remunerados, personas con vidas precarias y marginadas, y a luchar por la agenda anticapitalista por el respeto social, igualdad y libertad.