La destrucción sin precedentes de Gaza exige una respuesta sin precedentes

14/04/2024
Duha Almusaddar

Cuando me preguntaban por la situación durante las primeras semanas de la guerra de Israel en la Franja de Gaza, ahora investigada por un posible genocidio, entre otros crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, mi respuesta era que Gaza, donde crecí y viví hasta hace solo unos meses, estaba siendo destruida. En aquel momento, mis interlocutores probablemente pensarían que estaba exagerando, que sencillamente me estaba dejando llevar por las emociones habida cuenta de la situación. Al fin y al cabo, muchos analistas predijeron que el conflicto sería similar a la guerra israelí de 2006 en Líbano.

Desgraciadamente, no tardó en quedar claro que esta vez era distinto. Los bombardeos intensos e ininterrumpidos por tierra, mar y aire, el desplazamiento forzoso y en masa de civiles y los llamamientos abiertos a la aniquilación de Gaza y sus habitantes por parte de las autoridades israelíes daban a entender que no se trataba de un ataque armado o una guerra más. En noviembre, empezaron a publicarse múltiples informes preocupantes por el elevado número de víctimas y el grado de destrucción en un intervalo de tiempo tan corto y los expertos de la ONU empezaron a advertir del riesgo de genocidio. Esta horrible destrucción, hasta entonces inimaginable, llevó a Sudáfrica a iniciar un procedimiento judicial ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) para que se investigase el delito de genocidio. Aunque muy previsiblemente el dictamen se hará esperar varios años, la decisión de la CIJ reconoció la existencia de un riesgo real de genocidio y descartó de forma definitiva cualquier idea de que la respuesta de Israel al ataque de Hamás del 7 de octubre fuera proporcionada o justificada. Hace tiempo que se había convertido en una guerra de venganza y en una campaña de destrucción total.

“La destrucción en curso no solo es peor que la de guerras anteriores, sino que no tiene precedentes en la historia reciente, sobre todo en lo que respecta al número de muertos en relación con la población total”

Seis meses después, la campaña continúa. Y a pesar de que los llamamientos al alto el fuego se han hecho en los últimos meses cada vez más audibles, esta exigencia ya no es suficiente. La destrucción de los últimos seis meses ha hecho que Gaza sea potencialmente inhabitable. Así, pues, la solución no puede ser un mero alto el fuego, sino una reconstrucción integral y la asunción de responsabilidades por parte de Israel así como de los Estados cómplices de su guerra. El pueblo palestino necesita cantidades ingentes de ayuda exterior para la reconstrucción, pero si se ha de garantizar que Gaza no vuelva a ser destruida en el próximo estallido de violencia, se ha de poner fin a la ocupación de Palestina. Los palestinos deben poder vivir pacíficamente en su patria como ciudadanos con los mismos derechos. No puede haber una vuelta al statu quo anterior al 7 de octubre.

Costes humanos incalculables

La situación actual de Palestina no ha surgido de la nada. En 1948, tras la adopción por la Asamblea General de la ONU del Plan de Partición de Palestina, que había estado bajo control británico desde 1920, más de 700.000 palestinos fueron expulsados a la fuerza de sus hogares como consecuencia de la limpieza étnica masiva y de las atrocidades cometidas por las milicias sionistas. De hecho, el 70% de la población actual de Gaza desciende de aquellos refugiados. En 1967, Israel ocupó la Franja de Gaza, Cisjordania, Jerusalén Oriental y los Altos del Golán. A pesar de que Israel se "retiró" de la Franja de Gaza en 2005, sigue ejerciendo control por tierra, mar y y tierra y funciona como potencia ocupante, aunque afirme lo contrario.

Desde 2007, Israel ha impuesto un bloqueo completo de la Franja de Gaza, ejerciendo un control total sobre la circulación de personas y mercancías. Junto a las restricciones de circulación, el embargo limita severamente las importaciones y exportaciones y prohíbe muchos suministros y equipos médicos conforme a las llamadas normas sobre el "doble uso", que prohíben artículos que supuestamente podrían utilizarse con fines militares. En los últimos 17 años, la Franja de Gaza ha sufrido múltiples ataques israelíes que han provocado destrucción y desplazamientos significativos. La combinación de asedio e impacto de las operaciones militares israelíes había generado ya un estado de subdesarrollo tan grave que, en 2014, la ONU advirtió de que la Franja de Gaza podría volverse inhabitable en 2020.

Vivir bajo tales condiciones durante un largo periodo de tiempo ha tenido graves repercusiones en la salud mental de los gazatíes: El 58% de la población adulta de los Territorios Ocupados mostraba síntomas compatibles con la depresión, mientras que, en Gaza, la cifra alcanzaba el 71%. Según un estudio realizado en 2022 por Save the Children, el 80 por cien de los niños de Gaza referían sufrimiento emocional.

Con este telón de fondo empezó la guerra de Israel contra la Franja de Gaza tras el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023. La destrucción en curso no solo es peor que la de guerras anteriores, sino que no tiene precedentes en la historia reciente, sobre todo en lo que respecta al número de muertos en relación con la población total. La Comisión Económica y Social de la ONU para Asia Occidental reiteró que ningún otro conflicto armado en este siglo ha tenido un impacto tan devastador en una población en tan poco tiempo, con la matanza de más del 1% de la población de Gaza.

Desde el 7 de octubre, se calcula que más de 1.000 niños han sufrido la amputación de algún miembro y 5.000 gazatíes heridos vivían con alguna discapacidad. Estas cifras no harán sino aumentar sin un alto el fuego inmediato. Se calcula que 335.000 niños de Gaza menores de cinco años corren un alto riesgo de desnutrición grave como consecuencia de la hambruna forzosa provocada por el bloqueo israelí, lo que pone a toda una generación en riesgo de retraso del crecimiento, reducción de la capacidad de aprendizaje y debilitamiento del sistema inmunitario. Un millón de niños necesitan apoyo en salud mental y 17.000 no están acompañados o están separados de sus padres.

“La destrucción deliberada de infraestructuras y servicios clave, cuya reparación llevará años, supone que la población de Gaza seguirá sin tener acceso a servicios esenciales, bajo condiciones de vida intolerables”

Los profesionales de la salud advierten de los riesgos a los que se enfrentan las mujeres embarazadas, así como de los efectos sobre el desarrollo y el desempeño en el largo plazo de los hijos e hijas de mujeres expuestas a tales cotas de violencia, estrés e inanición, un hecho que muy posiblemente tenga efectos generacionales prolongados en el tiempo. La violencia inimaginable dejará traumatizados para el resto de sus vidas a los habitantes de Gaza, la mayoría de los cuales ya sufrían un grave estrés psicológico tras 17 años de asedio y ataques militares. La pérdida de vidas humanas es demasiado grave para comprenderla o compensarla y no está claro si en el largo plazo será posible recuperarse de su impacto.

Devastación material

Más allá de los inconmensurables costes humanos, cuya recuperación requerirá varias generaciones, la infraestructura física de Gaza, que sus habitantes habían reconstruido y desarrollado una y otra vez a pesar de la continua exposición a los ataques israelíes, ha quedado también destruida casi por completo. La guerra israelí ha conseguido que amplios sectores residenciales queden reducidos a escombros, mientras que las infraestructuras esenciales necesarias para sostener la vida en la Franja se han visto pulverizadas por las bombas, los tanques y las excavadoras israelíes.

Un resumen de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU, con fecha del pasado 15 de marzo de 2024, documentaba los daños sufridos por servicios esenciales para la vida, como es la provisión de agua, saneamientos e higiene (WASH). De las tuberías de agua procedentes de Israel, solo una funcionaba al 42 por cien de su capacidad, mientras que el 83 por cien de los pozos subterráneos estaba inactivo y no había ningún sistema de tratamiento de aguas residuales operativo (solo uno funcionaba parcialmente). En lo que atañe a la asistencia sanitaria, 126 ambulancias estaban averiadas, solo 12 de los 36 hospitales de la Franja de Gaza funcionaban parcialmente y, de los centros de atención primaria, solo el 24% estaba en marcha. Más del 60% de las escuelas de Gaza han sufrido daños.

La destrucción deliberada de infraestructuras y servicios clave, cuya reparación llevará años, supone que la población de Gaza seguirá sin tener acceso a servicios esenciales, bajo condiciones de vida intolerables. Por consiguiente, estará más expuesta al riesgo de enfermedades y pandemias, con un acceso limitado a la asistencia sanitaria. La Organización Mundial de la Salud y otros organismos humanitarios han advertido de la catástrofe en curso y de sus efectos a largo plazo sobre la población.

La capacidad agrícola de Gaza también se ha visto afectada, puesto que el 39% de las tierras de cultivo del norte de Gaza ha sufrido daños. Los mapas elaborados por la BBC muestran el impacto sobre la agricultura, mientras los expertos expresan su preocupación de que las pérdidas para la agricultura de Gaza no tengan vuelta atrás. El norte de Gaza, conocido por sus fresas y sus flores, exportadas a todo el mundo antes del embargo israelí, y donde se sitúa la mayoría de las fábricas de Gaza, ha quedado prácticamente destruido. En el sur, buena parte de las tierras agrícolas ha sufrido daños. La población de Gaza, que solía ser autosuficiente en lo que respecta a algunas verduras y frutas, se enfrentará a la inseguridad alimentaria durante años hasta que se rehabilite la tierra —si es que dicha rehabilitación es posible.

Todo apunta a que la guerra tendrá un impacto medioambiental global considerable. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) tiene intención de investigarlo, aunque, mientras continúe la guerra, resulta imposible hacerse una idea exacta de su alcance. Según un portavoz del PNUMA, "todos los informes y datos recibidos indican que el conflicto ha provocado un aumento considerable de la contaminación de la tierra, el suelo y el agua, incluida la liberación al medio ambiente de materiales peligrosos."

El pasado enero, el Dr. Balakrishnan Rajagopal, Relator Especial de la ONU sobre el Derecho a una Vivienda Adecuada, comparó la destrucción de Gaza con otras guerras recientes en un artículo para el New York Times: "En algunas partes de Alepo, hasta el 65 por cien de las estructuras resultaron dañadas o destruidas en cinco años de conflicto, mientras que en Mariupol, aproximadamente el 32 por cien de las estructuras resultaron dañadas o destruidas en un año, entre 2021 y 2022. En cambio, un estremecedor 60-70 por cien de las estructuras en Gaza y hasta un 84 por cien de las estructuras en partes del norte de Gaza han sido dañadas o destruidas en tres meses".

“Para la población de Gaza, recuperarse de una devastación tan colosal no va a ser fácil”

Esta destrucción masiva de viviendas e infraestructuras, que los expertos denominan "domicidio", pretende borrar el pasado y el futuro de la ciudad y, al mismo tiempo, hacerla inhabitable. Estas intenciones se ponen de manifiesto en los intentos de desplazar por la fuerza a los palestinos de Gaza y se ven corroboradas en los llamamientos de los funcionarios israelíes a hacer de Gaza un lugar inhabitable.

El domicidio no es solo una pérdida material, sino también psicológica, puesto que en los hogares de las personas se alojan sus recuerdos, donde una vez encontraron paz y consuelo. Según un informe de la ONU, 650.000 gazatíes no tienen un hogar al que regresar. Con las capacidades actuales, la ONU espera que la retirada de los escombros causados por los bombardeos israelíes —que ya superan los 12.000.000 de toneladas— lleve más de cuatro años. Es probable que la retirada se coordine con el Servicio de Acción Antiminas de la ONU, puesto que es el responsable de llevar a cabo las evaluaciones de riesgo y la eliminación de artefactos explosivos, un proceso que será complejo y largo. Sin embargo, incluso después de retirar los escombros y los restos de explosivos, no está claro cómo se afrontará la contaminación, ni cómo se abordarán los efectos a largo plazo sobre la población.

El largo camino hacia la recuperación

Para la población de Gaza, recuperarse de una devastación tan colosal no va a ser fácil. Una evaluación optimista de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, centrada sobre todo en aspectos socioeconómicos, da a entender que llevará décadas. El Relator Especial de la ONU Rajagopal comparó el coste y el tiempo de reconstrucción de Gaza con la restauración de las ciudades destruidas tras la Segunda Guerra Mundial, un esfuerzo que se prolongó durante más de dos décadas y que costó miles de millones de dólares, aportados por el Plan Marshall estadounidense. Los costes de recuperación de Ucrania tras un año de conflicto se han estimado en 411.000 millones de dólares, de los cuales, más de 14.000 millones de dólares serían necesarios solo para la reconstrucción de Mariupol, que podría tardar hasta diez años.

Hoy por hoy, no está claro quién asumirá estos costes. No se ha discutido ningún mecanismo para facilitar los fondos necesarios, ni hay sobre la mesa ningún compromiso firme por parte de los Estados para contribuir a la reconstrucción de Gaza. Tras ataques anteriores en Gaza, donde sí hubo Estados que se comprometieron a donar fondos, luego no todos cumplieron sus promesas. Por otro lado, el asedio, junto con el Mecanismo de Reconstrucción de Gaza (establecido en 2014 entre la ONU, la Autoridad Palestina y el Estado de Israel), ralentizan cualquier proceso de reconstrucción porque todos los materiales deben contar con la autorización de entrada de Israel. El hecho de que numerosas marcas de ataques anteriores siguieran siendo visibles antes de la actual guerra demuestra la insuficiencia de los mecanismos de reconstrucción existentes.

Habida cuenta de la magnitud de la destrucción y del bloqueo israelí, es probable que Gaza permanezca en ruinas durante al menos la próxima década, con pocas esperanzas de que sus habitantes recuperen una vida normal. Aunque la reconstrucción se llevara a cabo a un ritmo más rápido que en anteriores ataques, la contaminación, junto con los efectos psicológicos y sociales a largo plazo de la horrible violencia ejercida contra la población, hacen difícil decir cómo cabría afrontar la recuperación o incluso si tal cosa será posible.

El único consuelo que podría nacer de este oscuro capítulo es que contribuya a impulsar el fin definitivo de la ocupación de Gaza y Cisjordania y el establecimiento de una solución política a largo plazo que garantice la igualdad de derechos para todas las personas que viven en el territorio situado entre el río Jordán y el mar de Levante.

Hasta ahora, los debates en torno al "día de después" y la reconstrucción de Gaza se han limitado en buena medida al mismo patrón fallido de efímeros acuerdos de reconstrucción y alto el fuego. Ninguno de estos acuerdos ha incluido el fin de la ocupación israelí, pero una solución política a largo plazo es esencial para acabar de una vez por todas con este ciclo de devastación. No hay recuperación posible de la colosal destrucción material, los traumas psicológicos, las pérdidas físicas y mentales y los graves efectos sobre el medio ambiente y la salud sin rendición de cuentas, justicia, libertad y derecho a la autodeterminación y a una vida en paz para todos los palestinos y palestinas. Los setenta y cinco años de impunidad concedida a Israel han permitido y seguirán permitiendo tales crímenes. Mientras persista el statu quo, los palestinos vivirán con el temor constante de que una nueva ronda de ocupación y devastación esté a la vuelta de la esquina.

Así, pues, Israel y los gobiernos que apoyaron esta devastación y estas pérdidas sin precedentes, posiblemente irreversibles, deben rendir cuentas por los crímenes cometidos, lo que incluye asumir la responsabilidad y pagar por la reconstrucción. Se debe garantizar el fin de la ocupación ilegal de Palestina y la afirmación del derecho de los palestinos a la autodeterminación. Es preciso constituir tribunales internacionales que den a los palestinos la oportunidad de exigir que los crímenes cometidos en su contra sean castigados.

En últimos seis meses, la población de Gaza ha sufrido horrores indecibles. El único consuelo que podría nacer de este oscuro capítulo es que contribuya a impulsar el fin definitivo de la ocupación de Gaza y Cisjordania y el establecimiento de una solución política a largo plazo que garantice la igualdad de derechos para todas las personas que viven en el territorio situado entre el río Jordán y el mar de Levante. Solo así se podrá garantizar la paz y la seguridad para Gaza, hoy y en el futuro.

Duha Almusaddar es coordinadora de proyectos en la Oficina de Palestina y Jordania de la Fundación Rosa Luxemburg.